Mientras la mayoría de las personas en el mundo luchan por llegar a los 80 años, los habitantes de Okinawa se ríen discretamente del resto de nosotros. Estos isleños japoneses ostentan una de las tasas más altas de centenarios a nivel mundial, viviendo vidas más largas y saludables que prácticamente cualquier otra persona en el planeta. Debe ser agradable.
¿El secreto? No es ciencia espacial. Son los camotes. Muchos de ellos. Los okinawenses tradicionalmente han basado su dieta en estos tubérculos anaranjados, no en el arroz blanco común en el Japón continental. Los camotes aportan fibra, antioxidantes y nutrientes sin elevar el azúcar en sangre. También comen montañas de verduras, cantidades moderadas de pescado y muy poca carne o lácteos. Aquí no hay hamburguesas con queso y tocino.
Olvídate de los planes dietéticos complejos. Los okinawenses demuestran que el arma secreta de la longevidad son los camotes, no el arroz blanco o las hamburguesas con queso.
Sus comidas contienen mínima grasa saturada pero incluyen suficiente proteína de pescado, carnes magras y tofu. La alta ingesta de fibra de legumbres y verduras ayuda a prevenir enfermedades crónicas. Los alimentos con bajo índice glucémico reducen el estrés oxidativo. Es como si hubieran diseñado su dieta específicamente para vivir más que todos los demás. La trilogía dietética ‘pescado-arroz-soja’ se destaca como particularmente beneficiosa para promover la longevidad entre los residentes de Okinawa.
Pero no es solo lo que comen. Los okinawenses se mueven. Constantemente. No necesitan costosas membresías de gimnasio, solo tareas diarias de agricultura, quehaceres domésticos y sentarse en el suelo en lugar de sillones mullidos. Levantarse de un tatami docenas de veces al día mantiene las articulaciones funcionando. Un concepto novedoso.
El clima templado de la isla y su relativo aislamiento moldearon estos hábitos durante generaciones. La restricción calórica temprana —comer hasta estar 80% lleno— parece haber ayudado también. Hablando de control de porciones.
Sus vidas sociales harían sentir celos a los influencers de Instagram. Los okinawenses mantienen grupos comunitarios unidos llamados «moai» que proporcionan apoyo emocional. Tienen «ikigai» —una razón para despertar cada mañana. La cultura okinawense trata de manera única la comida como medicina, incorporando hierbas y especias conocidas por sus beneficios para la salud. Los lazos familiares permanecen fuertes, y la mayoría nunca realmente «se jubila». Simplemente siguen adelante.
¿El resultado? Arterias limpias. Colesterol bajo. Menos ataques cardíacos y cánceres. No solo vidas más largas, sino mejor calidad de vida hasta los 90 años y más allá.
Tal vez todos deberíamos estar tomando notas en lugar de repetir platos.