¿Cuántas veces le han dicho a alguien que tiene sobrepeso basándose únicamente en una simple relación altura-peso? Millones de personas en todo el mundo son etiquetadas por un número que no cuenta toda la historia. El Índice de Masa Corporal (IMC), creado por Adolphe Quetelet y posteriormente popularizado por Ancel Keys, se ha convertido en la medida estándar para la obesidad. Rápido, simple, universal. Pero terriblemente defectuoso.
Aquí está el asunto: el IMC no distingue si eres La Roca o tu abuela. En serio. Trata al músculo y la grasa como enemigos idénticos, lo cual es ridículo. Las personas atléticas con alta masa muscular son etiquetadas como «con sobrepeso» mientras que las personas delgadas con grasa visceral peligrosa acumulada alrededor de sus órganos reciben un certificado de buena salud. Tiene mucho sentido, ¿verdad?
¿Diferencias de género? El IMC las ignora por completo. Las mujeres naturalmente tienen más grasa corporal que los hombres con el mismo IMC. ¿Variaciones étnicas? Ni hablar. Las poblaciones asiáticas enfrentan mayores riesgos de enfermedad con IMC más bajos que los caucásicos. Los afroamericanos suelen tener mayor densidad ósea, lo que distorsiona sus números hacia arriba. La talla única nunca ha sido tan inadecuada.
La edad también importa. Los adultos mayores con IMC «normal» podrían estar en realidad bajo peso y desnutridos. La métrica pasa por alto completamente la salud metabólica más allá de las simples mediciones. Las tasas de metabolismo lento a menudo conducen a un mayor riesgo de diabetes, pero el IMC no tiene en cuenta este factor crucial. Muchas personas «obesas» tienen análisis de sangre perfectos mientras que individuos de peso «normal» desarrollan diabetes y enfermedades cardíacas. La ironía es dolorosa.
La circunferencia de la cintura ofrece una mejor predicción de riesgos cardiovasculares y de diabetes. El porcentaje de grasa corporal nos dice lo que realmente está sucediendo con la composición. La evaluación precisa requiere mediciones más completas de las que el IMC puede proporcionar por sí solo. Pero estos enfoques matizados requieren más que una calculadora y diez segundos de matemáticas. Por esto los expertos médicos ahora reconocen que las mujeres con cinturas que exceden las 35 pulgadas y los hombres que superan las 40 pulgadas tienen mayor riesgo de enfermedad cardíaca independientemente de su clasificación de IMC.
La evaluación moderna de la obesidad exige mejores herramientas. La Asociación Médica Americana apoya el uso de múltiples factores de riesgo junto con el IMC. Los médicos inteligentes ya lo saben. Evalúan a los pacientes exhaustivamente, no mediante un único cálculo obsoleto.
¿La conclusión? El IMC no es inútil, solo está incompleto. Nuestros cuerpos son sistemas complejos, no problemas matemáticos. Las decisiones de tratamiento que afectan a millones merecen un análisis más sofisticado del que puede proporcionar una fórmula del siglo XIX. Las personas merecen algo mejor. La salud merece algo mejor.