Si bien la diabetes afecta a millones de estadounidenses cada año, no impacta a todos de la misma manera. El ensayo ARISE-HF lo hace dolorosamente obvio. Los pacientes negros muestran consistentemente peores resultados de salud en la cardiomiopatía diabética. Menor deformación longitudinal global. Peores niveles de actividad física. Mayores tasas de tabaquismo. No es mala suerte: es sistemático.
Miren los números. Los pacientes negros e hispanos reciben menos tratamientos de vanguardia. ¿Inhibidores SGLT2? ¿Agonistas del receptor GLP-1? No. Estos medicamentos que cambian vidas no llegan a todos por igual. Mientras tanto, el uso de insulina varía dramáticamente entre grupos raciales, con pacientes indígenas americanos/nativos de Alaska y asiáticos/isleños del Pacífico usándola con más frecuencia.
Los datos hablan alto y claro: los medicamentos revolucionarios para la diabetes constantemente pasan por alto a las comunidades negras e hispanas mientras el uso de insulina varía enormemente entre líneas raciales.
Curioso cómo los tratamientos avanzados parecen saltarse ciertos códigos postales.
La capacidad de ejercicio cuenta otra historia. Los pacientes negros, hispanos e indígenas americanos mostraron una capacidad funcional marcadamente deteriorada. Sus resultados de pruebas de ejercicio cardiopulmonar fueron deplorables en comparación con sus contrapartes blancos. ¿Niveles de actividad física? Los participantes blancos y asiáticos/isleños del Pacífico se movían más. Los pacientes negros se movían menos. ¿Coincidencia? Difícilmente.
Las mediciones del estado de salud a través de puntuaciones KCCQ confirmaron lo que ya sospechábamos. Los pacientes negros clasificaron más bajo. ¿Su bienestar general? Comprometido. El sistema no funciona para todos. Pero eso ya lo sabíamos. Las poblaciones de isleños del Pacífico enfrentan un asombroso riesgo del 37.5% de prediabetes cuando tienen sobrepeso, destacando la necesidad urgente de intervenciones específicas.
Los factores socioeconómicos no pueden ignorarse. Bajos ingresos. Inseguridad alimentaria. Educación limitada. Acceso reducido a la atención médica. Estos no son solo inconvenientes: son potencialmente mortales para pacientes cardíacos. Los participantes del estudio ARISE-HF tenían una edad media de 67 años, con distribución equitativa de género, pero resultados desiguales.
La duración de la diabetes tipo 2 no difirió por raza. La enfermedad no discrimina, pero nuestro sistema de salud sí lo hace. Cuando existen tratamientos pero no llegan a ciertas comunidades, tenemos un problema mayor que la medicina. El estudio muestra que el 76% tenía hipertensión, agregando otra capa de riesgo cardiovascular a una población ya vulnerable.
Las disparidades en la cardiomiopatía diabética no son solo estadísticas: son personas reales recibiendo atención deficiente. Diferentes tasas de tabaquismo. Diferentes niveles de actividad. Diferente acceso a medicamentos. La misma enfermedad. Diferentes resultados. El sistema no solo está fallando. Está fallando a personas específicas. La investigación de la Universidad de Miami destaca la necesidad crítica de estrategias de manejo personalizadas para abordar estas evidentes disparidades. ¿Deliberadamente? Ustedes deciden.